Escrito por k4rLiNhOs
Tambien llamados "Premios Anti-Nobel". Estos premios reconocen investigaciones serias pero que se salen de lo habitual, llegando a ser estudios excéntricos
En su edición 18, la ceremonia realizada en Harvard tuvo por tema la redundancia.
Los resultados se publicaron seriamente aunque no necesariamente revolucionarán la ciencia: que las pulgas de perros saltan más que las pulgas de gatos, que un hongo es capaz de resolver un laberinto, que las plantas tienen dignidad... Los delirantes premios Ig Nobel reconocieron en su edición 18 estudios de lo más interesante que se anunciaron el jueves en la augusta Universidad de Harvard, en Boston.
Conforme a la tradición, la ceremonia de premiación incluyó desde bromas hasta una “ópera” y aviones de papel planeando sobre el escenario.
En general graciosos y siempre peculiares, los Ig Nobel, que se entregan el primer jueves de cada octubre en una de las mecas del saber mundial, aspiran no sólo a hacer reír, sino también a “hacer pensar”.
Aunque se entregan entre bromas y risas, se trata de un reconocimiento a investigaciones serias. En las categorías de ciencias, los trabajos tienen que haber pasado el riguroso examen del peer review –la temida revisión por pares–, es decir, que otros científicos expertos en el tema hayan comprobado que está bien hecho.
En el pasado, la revista ha reconocido inventos como una máquina centrifugadora para dar a luz que da vueltas a las parturientas a alta velocidad, así como un estudio sobre porqué a los pájaros carpinteros no les duele la cabeza.
Prueba clara de su nivel es que los estudios laureados en esta ocasión aparecieron en revistas como Nature, los Proceedings of the National Academy of Sciences, The New England Journal of Medicine y otras igual de prestigiosas.
Los Ig Nobel son concedidos por la revista humorística Anales de la Investigación Improbable (www.improbable.org) y llevan en su nombre un juego de palabras: el prefijo Ig se usa para aludir a las inmunoglobu- linas, pero Ig Nobel suena casi igual que “ignoble”, que equivale a algo vergonzoso o ridículo.
Pero en realidad los Ig Nobel no tienen nada de penoso: el acto de premiación es muy popular y siempre es atendido por personalidades muy serias que se divierten en un ambiente relajado. Este año, por ejemplo, el matemático Benoit Mandelbrot, el padre de los fractales, pronunció una conferencia de 24 segundos sobre el tema.
También llamados los “Anti Nobel”, los premios fueron entregados por dos auténticos laureados con el Nobel: William Lipscomb, que lo ganó en Química en 1976 por sus estudios de los enlaces químicos, y Frank Wilczec, coganador del Nobel de Física 2004 por haber descubierto la “libertad asintótica” en la teoría de la interacción nuclear fuerte.
Entre los premios más peculiares de esta edición está el de Economía, que se concedió a Geoffrey Miller y Brent Jordan, la Universidad de Nuevo Mexico en Albuquerque, quienes descubrieron que las bailarinas de “striptease” tienen más éxito y ganan más dinero cuando están ovulando.
Los brasileños que ganaron en Arqueología por su estudio sobre el impacto de los
armadillos en los sitios de exploración enviaron por correo un mensaje alegre, pues no existe un Nobel “oficial” en su ramo.
También fueron muy peculiares los premios de Nutrición (cómo lograr que las papas fritas sigan crujientes a pesar de ser viejas) y de Paz: a todos los suizos, por reconocer la dignidad de las plantas.
Este año el tema de la ceremonia fue la redundancia, de modo que el espectáculo incluyó la ópera “Redundancia, otra vez”, que narró la historia de dos empresarios que echan a cada miembro de su personal cuyo trabajo se superpone al de otro empleado.
La divertida gala concluyó como es habitual con las palabras del organizador, Marc Abrahams, que deseó “mejor suerte” para el año que viene a los investigadores que se fueron con las manos vacías, y en especial a los que sí ganaron uno de los premios Ig Nobel.
Reír y luego pensar
Como evidencian los premios de este año, los divertidos estudios son tan serios que aparecen en las más prestigiadas revistas con arbitraje científico.
Paz
Se concedió al Comité Federal Suizo de Ética sobre Tecnología no Humana y a todos los ciudadanos suizos, por aprobar en abril pasado el principio legal de que las plantas tienen dignidad.
Literatura
Lo ganó el británico David Sims, de la Cass Business School de Londres, por su apasionado estudio titulado “Bastardo: Una Exploración Narrativa de la Experiencia de Indagar dentro de las Organizaciones”.
Medicina
Se entregó al estadunidense Dan Ariely, por demostrar que la medicina falsa pero cara funciona mejor que la medicina falsa y barata. ¡Menos mal! Publicó su estudio en el Journal of American Medical Association.
Ciencias cognitivas
Fue para Toshiyuki Nakagaki, Hiroyasu Yamada, Ryo Kobayashi, Atsushi Tero y Akio Ishiguro, japoneses, y Agota Toth, húngaro, por demostrar en Nature que un moho mucilaginoso puede resolver rompecabezas.
Nutrición
Concedido a Maximiliano Zampini, de la Universidad de Trento, y Charles Spencer, de la de Oxford, por demostrar que la comida sabe mejor si es crujiente, en un estudio publicado en el Journal of Sensory Studies.
Biología
Se dio a Marie-Christine Cadiergues, Christel Joubert y Michel Franc, de la Facultad de Veterinaria de Toulouse, Francia, por demostrar que las pulgas de los perros saltan más que las de los gatos (en promedio, 20 cm), en un artículo en Veterinary Parasitology.
Química (compartido)
Lo recibieron a la par los estadunidenses Sheree Umpierre, Joseph Hill y Deborah Anderson, por descubrir que la Coca-Cola es un espermicida efectivo, estudio que publicaron en The New England Journal of Medicine, y los taiwaneses C.Y. Hong, C.C. Shieh, P. Wu y B.N. Chiang, por descubrir justo lo contrario y publicarlo en Human Toxicology.
Física
A los estadunidenses Dorian Raymer y Dou-glas Smith, por probar una variante de la Ley de Murphy: que un montón de cuerdas, pelos o cualquier otra cosa acaba enredándose y formar nudos, en los Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Arqueología
Fue para Astolfo Gomes de Mello Araujo y Jose Carlos Marcelino, de la Universidad de Sao Paulo, Brasil, por descubrir hasta qué punto los armadillos pueden desordenar los restos en una excavación arqueológica. El estudio de publicó en Geoarchaeology.
Economía
Para Geoffrey Millar, Joshua Tyber y Brent Jordan, de la Universidad de Nuevo México, en Estados Unidos, por descubrir la conexión entre las ganancias de una bailarina de strip-tease y su ciclo menstrual. Lo publicaron en Evolution and Human Behavior.
Fuente: http://www.milenio.com
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